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Una burbuja cultural en el centro de Los Ángeles

Finalista de los Premios del Club de Prensa de Los Ángeles

Por Aitana Vargas

Febrero de 2014

Pocos en España le identifican por su nombre. Pero de sus dedos delgados y del genio que habita bajo su revuelta cabellera han salido refinadas partituras interpretadas por las más grandes figuras de la música clásica. Hablar de música clásica en la industria de Los Ángeles es hablar de Juanjo Colomer, un compositor español con un registro envidiable, y a cuyas composiciones se ha rendido el mismo Plácido Domingo. En 2008, el dúo conquistó un Latin Grammy por el álbum “Pasión Española”, con orquestaciones del valenciano. Y en el verano de 2013, fueron las partituras de Colomer las que cobraron vida en el estreno de “Sorolla”, una obra del Ballet Nacional de España, con una deslumbrante puesta en escena que continúa su gira por varias ciudades de todo el mundo.

Colomer es modesto entre modestos. Pese a una carrera plagada de éxitos internacionales, al valenciano le cuesta hablar de sus logros. Y con un gesto habilidoso y propio del artista que se declara inconforme con sus obras, redirige la conversación hacia otros horizontes.

“Lo paso fatal cuando escucho mi música en un concierto, sobre todo en los estrenos”, comenta mientras aclara que “lo que imagino en la cabeza al componer, y lo que luego suena, no suele coincidir. Así que tengo que reconciliar tanto sentimiento encontrado”.

Esa búsqueda utópica hacia la perfección es la que mueve los engranajes de su cuerpo menudo, que reposa en una silla de ruedas desde que era un adolescente. A los 18 años y con una prometedora carrera como trompetista, un accidente descarriló la trayectoria musical de este valenciano. “Después del accidente, tenía dificultades para respirar y seguir tocando este instrumento por la pérdida muscular”. Aún así, Colomer culminó sus estudios en el Conservatorio Superior de Música de Valencia. De ahí, pasó una temporada por las aulas de la prestigiosa academia Berklee, el trampolín desde donde otros españoles han impulsado también sus carreras musicales. En esta conocida fábrica de prodigios musicales de Boston, Colomer se quedó dos semestres, hasta que un día, con los bolsillos medio vacíos, puso rumbo a tierras del oeste estadounidense.

Su aterrizaje en las calles de Hollywood auguraba un futuro incierto. Sin visado ni permiso de trabajo vigente, tuvo que buscarse la vida. “Eran otros tiempos”, afirma con la sabiduría de haber visto el cambio radical en la política migratoria estadounidense en las últimas dos décadas. “Cuando decidí quedarme en Los Ángeles, tenía las dificultades propias de no tener un permiso de trabajo. Pero me salían proyectos e iba tirando”. En esa época no existía la obsesión persecutoria hacia el indocumentado que existe ahora. Y a diferencia del ‘sin papeles’ que hoy día se encuentra en Estados Unidos, Colomer sí pudo tramitar un visado especial para artistas pese a estar en situación irregular.

Durante varios años, Colomer navegó las olas del efímero y aparente glamour Hollywoodense, incursionando con sus composiciones musicales en la industria cinematográfica. “Lo más difícil en la música de cine es conseguir el trabajo”, matiza. Y aunque el artista lo consiguió, se produjo un desencanto progresivo que culminó en una ruptura definitiva con el reino del cine. Un día “mi inquietud era volver a mis raíces musicales”, comenta. El incesante llamado de la música clásica vibraba una vez más con intensidad en el interior del autor. Y no tardó en cambiar las alfombras rojas por la soledad de su loft, donde su genio creativo ha compuesto partituras para la Orquesta Sinfónica de San Francisco, la Orquesta del Palau de les Arts de Valencia o la Simón Bolívar.

El artista español reside y pule sus composiciones en un edificio histórico del centro de Los Ángeles: Un espacio luminoso, con techos que divergen al infinito y ventanales solemnes que descansan entre muros de ladrillo rojizo. La pieza clave en la distribución es un piano negro de cola de donde salen algunas de las partituras sagradas del valenciano. Justo detrás, en la ventana que hace esquina y que da al exterior, reposa una gárgola de metro y medio que no aparta la vista del ajetreo de la calle. Una mesa maciza esculpida por el conocido artista Yoshikawa se alza con sobriedad en medio del comedor. En el ala derecho dos jarrones imponentes flanquean el escritorio del compositor ensalzado por los rayos del potente sol californiano.

Del interior de este espacio de matices modernos y clásicos nació la idea de crear un centro de intercambio cultural y musical que transciende nacionalidades y donde confluye lo mejor del talento artístico español y del angelino. Con ayuda de la Generalitat Valenciana, Colomer fundó el Valencia Cultural Point, amparado por el CEVEX (Centro de valencianos en el exterior). Como parte del compromiso adquirido para promover el acceso gratuito a la cultura, el compositor abre las puertas de su loft varias veces al año con sus cada vez más conocidas “Artistic Soirees”, que este año festeja su cuarto aniversario. Hasta 80 personas han llegado a asistir a los conciertos antológicos que han tenido lugar en la residencia del español, y en las que además, se exponen pinturas o esculturas de artistas y fotógrafos emergentes. 

“Por este escenario han pasado solistas de la Filarmónica y de la Ópera de Los Ángeles, e incluso la prestigiosa formación Spanish Brass”, comenta.

El último concierto tuvo lugar el pasado 8 de febrero de este año, y contó con la presencia de un cuarteto de San Francisco que interpretó el ‘Cuarteto para el Fin del Tiempo’ –– una obra compuesta por Olivier Messiaen durante su encarcelamiento en Francia y estrenada ante un público de prisioneros y vigilantes en los años 40.

Pero además, Colomer se ha asociado con el Director Asistente de la Ópera de Los Ángeles, Ignazio Terrasi, para fundar el LA Grand Ensamble y llevar el lenguaje de la música clásica a distintos puntos de la ciudad. Los conciertos se complementan con elementos visuales, permitiendo al espectador realzar la experiencia auditiva a través de proyecciones audiovisuales, iluminaciones especiales, instalaciones y vestuarios de época. El pasado diciembre, el LA Theater Center fue el escenario elegido para la presentación de una versión original creada por Colomer que le dio vida a la Consagración de la Primavera, una obra de Stravinsky de principios del siglo XX. Inspirándose en la liberación de la mujer impulsada por Channel, Colomer diseñó una versión musical coreografiada por una bailarina y acompañada de vídeo-proyecciones. Todo un éxito artístico financiado íntegramente del bolsillo de Colomer y Terrasi.

“La época de la música clásica elitista ya pasó. Eso ocurría a principios del siglo XX. Pero ahora la cultura ni es cara ni elitista. Hay unos 40 ciclos de conciertos en Los Ángeles que por menos de $5 puedes entrar. Hay entradas de última hora a la Ópera por $30-40. La oferta cultural en este ciudad es enorme y accesible. Sólo tienes que saber dónde buscar”, replica Colomer ante el temido tópico de “la cultura es cara”.

“El problema de Los Ángeles es que es una ciudad muy vasta y grande. Para ir a los eventos culturales tienes que desplazarte a veces muy lejos. Es una ciudad muy contradictoria”, remata.

Razón no le falta al artista. Los Ángeles es una urbe cargada de fuertes contrastes. En el corazón de ésta, edificios históricos y rascacielos de reciente construcción ––donde vive el nuevo yuppie adinerado–– se alzan solemnes en medio de calles sucias y rebosantes de mendigos. Pero en la décimo-primera planta del edificio donde Colomer da rienda suelta a su virtuosismo musical, el intercambio cultural entre España y Los Ángeles confluye en un espacio amplio donde este genio de los acordes moldea las partituras que llegan a oídos del gran público español, pero a cuyo autor aún no reconocen.