El ejército de chatarreros hispanos que limpia todos los días las calles de Los Ángeles
Finalista en la categoría de Crónica en los V Premios La Buena Prensa. Publicado el 6 de febrero de 2015 en 20minutos.com
Por Aitana Vargas
Muchos inmigrantes se dedican a recoger metales de las calles de la ciudad.
Con su actividad contribuyen a mantener limpias las calles.
Una persona se puede llevar hasta 200 dólares diarios reciclando materiales.
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A los 68 años, Luis Reyes se mueve y desplaza con agilidad. Tiene la piel curtida por el paso de los años y la tez tostada por el intenso sol de California. Nació y creció en el Estado de México, pero hace catorce años emprendió ese mismo camino que conduce a millones de inmigrantes hispanos hacia tierras anglosajonas. Reyes metió un puñado de pertenencias en una maleta y puso rumbo a Los Ángeles.
Lleva más de un década rodeado del glamour que desprende la indsutria de Hollywood. Pero para que las calles de esta vasta metrópoli luzcan impolutas frente a los focos y las cámaras de cine, este hombre sale cada mañana a buscar y a retirar la chatarra de la que otros se desprenden. Reyes forma parte del ejército de chatarreros hispanos e inmigrantes desempleados que limpian los barrios y avenidas de la urbe. Todo todo para pagar las facturas y poner alimento en el plato de sus familias.
“Aquí, en Los Ángeles, no es como antes que había mucho trabajo… Había tanto trabajo que trabajaba doble turno”, relata Reyes. “Ahora ya no hay trabajo… entonces la necesidad de sobrevivir lo hace a uno vender botes de aluminio, cartón, lo que sea pues. Tiene uno que sacar para comer”.
La avenida de los chatarreros
Cada día, el recorrido de este inmigrante arranca a primera hora de la mañana, llamando a las puertas de casas y negocios en busca de electrodomésticos, cables, somieres, computadoras o cables. Coloca los tesoros de metal en su camioneta y se dirige a SA Recycling, una planta de reciclaje de chatarra situada en la calle Alameda, La avenida de los chatarreros de Los Ángeles porque aquí se concentra el mayor número de compañías que compiten a diario por la chatarra de miles de clientes.
La planta es parte de una industria que mueve cada año en el país 90,000 millones de dólares, según el Instituto de la Industria del Reciclaje de Chatarra. Es un sector que emplea a 137,000 trabajadores en Estados Unidos, de acuerdo a Schupan Industrial Recycling; el dato no incluye a los chatarreros que, como Reyes, trabajan por su cuenta.
A Reyes le conocen todos en esta planta. Por eso, tras más de una década visitando estas instalaciones, se ha ganado el apodo de El Profesor. Lo confiesa él con una sonrisa dibujada en su rostro enjuto y con la sencillez de un campesino.
Con sus manos arrugadas, Reyes descarga la mercancía mientras los operadores la van pesando en básculas calibradas y proceden a separar los materiales que contienen hierro (ferrosos) del resto de metales (no ferrosos). Coches, vigas, frigoríficos y lavadoras van a un lado; cables, cobre y aluminio a otro.
“El material se paga por su peso neto y se lo compramos basado en el precio del mercado, que cambia a diario”, explica Lilian Estrada, gerente de la planta. “Lo que no es hierro se paga por libra, y el hierro o el metal magnético se paga por tonelada”.
El reciclaje de metales da de comer a miles de hispanos en Los Ángeles que, al igual que Reyes, han construido un oficio de la chatarra que otros desechan.
“Yo estoy agradecido porque… del diario, aunque sea poquito, pero tengo dinero. Yo no dependo de nadie. Es más, ni de mis hijos”, asegura el inmigrante.
Millones de libras
SA Recycling es un negocio familiar con más de cincuenta años de recorrido que cuenta con plantas en distintas ciudades del país. En conjunto, la compañía recicla 336 millones de libras de metal al mes.
Aquí, en esta instalación de la calle Alameda, se reciclan 7.2 millones de libras mensuales gracias a las 130–200 transacciones que se efectúan cada día. Las operaciones contribuyen a alimentar una industria nacional que recicla unos 250 billones de libras anuales en Estados Unidos, el equivalente al peso de 70 millones de vehículos, según datos de Schupan Industrial Recycling.
“No todos quieren hacer este trabajo. Los latinos, sí”, afirma Estrada, que lidera un equipo de 20 trabajadores de los cuales 19 son hispanos y que reconoce que “el 90% de los clientes son latinos”.
Con el sol como testigo, a la una de la tarde, dos empleados hispanos con martillo en mano despiezan una lavadora a golpes. Trabajan en la zona exterior de la planta, pegados a una montaña de chatarra que apunta al cielo y donde vehículos, lavadoras y miles de objetos viven sus últimas horas. Al unísono, los ganchos afilados de varias grúas engullen con rabia la chatarra, la comprimen y la van amontonado.
“El cien por cien de la chatarra es reciclable”, explica Estrada. “La mayoría se envía a China… donde se hace el mero producto”.
Robo de metal
Desde el año 2007, todas las compañías de reciclaje que operan en California están sujetas a una estricta normativa que obliga a prevenir la venta ilícita de metales.
“Hay una ley que es contra el robo del metal en el estado de Californiadonde requieren de que [los vendedores] traigan un ID de California, se les consigan huellas y fotos. Nosotros grabamos todo eso en el sistema, les damos una cuenta personal al cliente… y en esa cuenta tenemos todo grabado”, explica Estrada.
Luis Ignacio, supervisor de la báscula durante ocho años, indica que un chatarrero se puede llevar “50, 100 o hasta 200 dólares al día” por vender materiales reciclables. A cambio de este monto, los vendedores contribuyen a cuidar el medioambiente porque “están limpiando la ciudad y levantando metales que están en la calle”, recalca.
Para una persona como Reyes, cuya vida laboral se encuentra al filo de la jubilación, recoger metales y cargarlos en su camioneta, vieja y desgastada, es la única manera de “irla pasando”.
Y mientras cuenta los días para que su cuerpo cansado diga “basta ya”, no deja de sorprender a trabajadores y clientes con su actitud de agradecimiento hacia las oportunidades que le ha brindado esta ciudad. Para celebrarlo, justo antes de que el reloj marque la una de la tarde y se suba a la camioneta que le lleve a casa, este inmigrante se sitúa en mitad de la planta y deleita a todos los presentes con una serenata mexicana.