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Una amarga despedida para un caballero


Aitana Vargas

Por Aitana Vargas

5 de junio de 2009

Admiración. Esa es la palabra que describe lo que despierta en mí Rafa Nadal. Y amarga, muy amarga, fue la despedida que se llevó este gran campeón el pasado 31 de mayo en su encuentro de octavos de final en el segundo Grand Slam de la temporada, que se disputa estos días en tierras francesas, y que le enfrentaba al sueco Robin Soderling.

Un público parisino que sigue sin reconocer la calidad deportiva y la categoría humana de un Nadal que se ha alzado con el trofeo de Roland Garros durante cuatro años consecutivos. Un público que actuó con desmedido desprecio hacia un jugador que ha escalado hasta el número uno de la ATP a base de esfuerzo, perseverancia, sacrificio, y sin haber mostrado gesto de desdén alguno hacia ninguno de sus rivales desde que iniciara su andadura profesional por el circuito de tenis masculino. Nunca ha mirado por encima del hombro a sus oponentes. Jamás ha infravalorado a ningún contrincante.

Nadal ha salido derrotado del torneo galo y seguro que su lección ha aprendido, pero quizá, la lección más importante no es la que deba aprender Rafa, sino la de un público que no estuvo a la altura de las circunstancias y, que una vez más, vuelve a dejar una pobre imagen del torneo francés y del tenis en general. La mayoría de los 16,000 aficionados que ese día copaban las gradas constataron una falta de humildad que sólo un competidor como Rafa puede enseñar.

Hasta que el pasado domingo fuera doblegado por Soderling por 6-2, 6-7 (2), 6-4 y 7-6 (2), Nadal ha gozado de una trayectoria impecable sobre la arcilla parisina donde ha acumulado 31 victorias consecutivas. El destino ha querido que otro sueco haya impedido que Nadal conquistara su quinto título y que rompiera el récord que en su día estableciera otro sueco: Bjorn Borg. Con un buen tenis y el apoyo del público, Robin ha cortado la impresionante racha de victorias de Nadal en tierra batida. Pero lo que no ha frenado ha sido el talante del de Manacor, su tierra natal, adonde ha vuelto para descansar tras ser eliminado de un torneo donde por razones que sólo los parisinos conocen, no acaba de convertirse en su segunda casa.

Afortunadamente para Rafa, su talento le ha aupado hasta la primera posición de la clasificación mundial pudiendo además conquistar otros grandes torneos, como Wimbledon o el Abierto de Australia. Además, se ha alzado con una medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Su mente privilegiada le hará volver a París el año próximo con la energía que le caracteriza, pero la duda que me queda es si París estará a la altura para recibir, como se merece, a este gran tenista, todo un ejemplo de afán de superación, respeto hacia sus rivales, coraje y deportividad del que todos podríamos aprender.

El Caballero Nadal ya no levantará la deseada Copa de los Mosqueteros este año, pero desde aquí, espero que sea otro Caballero, Roger Federer, quien lo haga.